Después de tanto tekila, ya no siento el castigo. Fue duro, fue horrible, insoportable, doloroso, insufrible... pero ya está, ya pasó. Los cabrones se van exactamente igual que llegan, no hay fallo. ¿Pero, y qué? Déjalos irse, joder, que uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde, y dudo que en el mundo haya alguna que vaya a perder el culo por tí como lo hice (hago) yo, pero no lo haré más, no voy a ser el juguete de nadie y menos del que se ríe de mi. Es ridículo decirlo, pero...cada día que amanece el número de capullos crece, en pleno siglo XXI no han aprendido a formalizarse. Aprenderé, a base de golpes si hace falta.
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